Apenas tuve tiempo de respirar antes de que Rick me hubiera clavado en las sábanas, mi culo se extendió, mi agujero en la anticipación. Cuando esa carne gruesa, toro-pajida finalmente me abrió, casi la perdí. Sabe lo que necesito, duro, implacable. Y me lo da hasta que sea un desastre empapado, usado, agarrando las sábanas, rogando por cada pulgada. Y cuando él reclama mi agujero, llenándolo profundo y extendiéndome con un último gruñido en mi oído, sé que soy su ahora marcado, destrozado, y hecho para tomar cada última gota.